miércoles, 22 de diciembre de 2010

ORIGEN DEL ARBOL DE NAVIDAD

Hoy en día no falta en nuestras casas, tiendas y calles los árboles de Navidad. Tanto los naturales como los artificiales, son un símbolo que no puede faltar en una Navidad y sus presencias son un anuncio de la llegada de estas fechas tan señaladas. Ya nadie puede imaginarse una Navidad sin un árbol. ¿Pero de dónde viene esta costumbre?

El árbol de Navidad es un elemento de la tradición pagana de los países nórdicos y que, como pasó con otras tradiciones, fue adoptado por el cristianismo. Los primeros en venerar el árbol fueron las tribus bárbaras del norte de Europa, concretamente los germanos. Estos pueblos tenían árboles sagrados y los druidas se reunían alrededor de ellos para celebrar sus ritos, como la llegada del solsticio de invierno.
También los germanos “vestían” a los árboles desnudos (árboles de hoja caduca) para que los espíritus buenos que en ellos habitaban volvieran pronto. Alguno de estos árboles sagrados eran: el Divino Yggdrasil (el fresno) que era el árbol cósmico símbolo del Universo en cuya copa se hallaba el cielo (Asgard, morada de los dioses; Valhalla, palacio de Odín) mientras que en sus raíces profundas se encontraba el infierno. También se veneraba el Roble por ser una representación del Dios Thor.
Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol, adornando un árbol perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Así pues la costumbre del árbol navideño viene de Alemania y fue introducida al cristianismo en un día de Navidad de la primera mitad del siglo VIII por San Bonifacio. Este misionero británico se encontraba predicando un sermón para convencer a los druidas alemanes de que el roble no era sagrado y viendo que éste no surgía efecto, anunció que el día de Navidad derribaría dicho árbol. Ese día por la mañana Bonifacio llegó al lugar y se encontró con el árbol rodeado de piedras y miles de paganos que habían asistido para ver cómo su dios se vengaría del extranjero cristiano. Pero el árbol fue talado y de su madera se construyó la primera capilla cristiana del lugar. Después de derribar el roble, Bonifacio plantó un pino y lo decoró con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo..

Así, en las sucesivas Navidades los cristianos celebraban la Festividad plantando abetos y pinos, posteriormente esta costumbre evolucionó hasta dar lugar a la actual decoración. Con el paso de los siglos al abeto cristianizado se le han atribuido otros significados que no tienen nada que ver con su origen pagano, como por ejemplo su forma triangular que hace recordar a la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Mientras que los bárbaros celebraban la inmortalidad de su dios a través de un árbol de hoja perenne, los cristianos lo relacionaron con el árbol de la Vida eterna la cual es entregada por Cristo. Así mismo la copa del árbol, que los germanos asociaban con el “Asgard/Valhalla” (el cielo de los nórdicos), pasa a ser la Estrella que fue seguida por los Reyes Magos y que anunciaba la llegada de Jesús.

El significado de la decoración también ha variado, pues si en la antigüedad se colgaban del árbol regalos para los espíritus del bosque, ahora los adornos son símbolos de los dones de Dios a la humanidad. Las antiguas manzanas que colgaban los cristianos ahora son esferas de colores y las luces (antiguamente velas, hoy bombillas intermitentes) que en la leyenda germana eran el Sol, la Luna y las estrellas sostenidas en las ramas del árbol gigante que soporta el mundo, representan a Cristo como Luz del mundo.

LEYENDA DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

La leyenda cuenta que un muchacho que vivía en una pequeña aldea, tenía que ir a buscar, la víspera de Navidad, un tronco de encina para quemarlo en la chimenea, como mandaba la tradición.

El muchacho encontró la leña, pero se le hizo tarde y una intensa nevada le hizo perder el camino de vuelta a casa. Para guarecerse de la nieve, se refugió debajo del único árbol verde que había en el paraje: un abeto.

El chico se acurrucó lo más cerca que pudo del tronco del abeto, el cual sintiendo pena, bajó sus ramas para protegerlo de la nieve.

A la mañana siguiente, al muchacho le despertaron las voces de los habitantes de su aldea, que lo estaban buscando.

Todos se sorprendieron mucho al ver el maravilloso espectáculo de las ramas del abeto llenas de nieve que brillaban al sol.

Y fue así, según esta leyenda, como el abeto se convirtió en un símbolo de la Navidad que hoy todo el mundo conoce y decora en su propia casa, para recordar el espectáculo luminoso de aquella noche.

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